Su historia con ellos se puede rastrear desde que era un estudiante en la Academia de Bellas Artes de Roma, a finales de los años cincuenta, y todo lo que veía a su alrededor era la pintura del Renacimiento con esos rostros inmaculados y cándidos de miles de querubines. Entonces se le metió en la cabeza que algún día tenía que hacer una serie con ellos, pero con un toque personal. Así fue como dejó en el lienzo a unas criaturas mundanas y prosaicas que "sin perder su condición de ángeles se mezclaban con los otros y hacían cosas de la vida cotidiana: conversaban, bailaban y comían", recuerda.
martes, 12 de marzo de 2013
Artes de Roma
Su historia con ellos se puede rastrear desde que era un estudiante en la Academia de Bellas Artes de Roma, a finales de los años cincuenta, y todo lo que veía a su alrededor era la pintura del Renacimiento con esos rostros inmaculados y cándidos de miles de querubines. Entonces se le metió en la cabeza que algún día tenía que hacer una serie con ellos, pero con un toque personal. Así fue como dejó en el lienzo a unas criaturas mundanas y prosaicas que "sin perder su condición de ángeles se mezclaban con los otros y hacían cosas de la vida cotidiana: conversaban, bailaban y comían", recuerda.
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